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El retorno del click

En un mundo de membrana los switches clicky son polarizantes, por un lado son molestos y odiosos, por otro, son increíblemente populares, pero ¿qué ha evitado que los cataloguemos como contaminación auditiva? ¿por qué nos gustan los teclados que hacen click?

El más importante antecedente de los teclados mecánicos son las máquinas de escribir. La distribución QWERTY, creada por Christopher Latham Sholes y posteriormente implementada en todas las máquinas Remington es un testimonio a esto. Los primeros teclados de computadora funcionaban, naturalmente, como una máquina de escribir, pero también introduciendo las funciones específicas para estos equipos.

Sin embargo, el click en nuestros teclados, no fue una implementación ‘natural’ en el diseño. Pensemos esto un segundo: Después de las máquinas de escribir de IBM “selectric typewriter”, que por obvias razones no podían ser enteramente silenciosas (aunque ya no trabajaban con agujas como las anteriores, sino con una canastilla portadora de muchos caracteres o tipos)… éstas seguían imprimiendo tinta sobre un papel apoyado en un rollo. En cambio, los teclados de computadora no tenían por qué ser ruidosos.


Selectric Typewriter o Selecttype Trickwriter como debieron haberle llamado.


Diseños como el famosísimo Space Cadet de 1978, utilizaban switches implementando el reconocido efecto Hall (revitalizado en teclados como el Apex pro de Steel Series, o el Wooting Two con switches Lekker). Estos switches, en su modo de activación (que no exploraremos aquí) no genera ningún click, su sensación es completamente suave por encima de la mayoría de los switches estilo MX contemporáneos, incluso lubricados, aunque esto no significa que fueran interruptores silenciosos: Hay muchos elementos que generan sonido en un switch como el choque del actuador o stem con el fondo del switch, o el rebote del actuador una vez que dejamos de presionar una tecla y regresa a su posición inicial. Los switches de efecto Hall no tenían ningún mecanismo para generar un sonido adicional, o el famoso click.

Incluso los primeros teclados Alps usaban tecnología de switches sin contacto (por ejemplo el Alps SCB1A163). En algún momento como parte del diseño se optó por introducir el click como una pieza fundamental de la experiencia de escritura en un teclado, seguramente, por la necesidad de emular las máquinas de escribir que seguían siendo ampliamente utilizadas.

¿Se te pasó otra vez el group buy?


La computadora personal de IBM, introducida al mercado en 1981, en mi opinión cimentó la expectativa de que un buen teclado hace click (cómo es bien sabido, incluso los teclados mecánicos actuales siguen palideciendo ante un buen Model M). La patente para el “interruptor y actuador de la columna de compresión con ondulación catastrófica” o “buckling spring” como nos referimos comúnmente a este tipo de switch, hablaba de cuán deseable es en un interruptor el encontrarnos con un chasquido (snap) con respecto de su activación. Snap, como se utiliza en inglés a menudo refiere a rapidez o capacidad de respuesta, pero también auditivamente como al tronar los dedos.

El snap o chasquido en los buckling springs se presentaba como un modo de señalar la superación de la histérisis, que es una propiedad de algunos switches en que no es posible realizar otro input puesto que el interruptor está regresando a su posición neutral. Al jugar un videojuego, por ejemplo, queremos presionar un botón cuantas veces queramos y la idea de que tengamos que esperar a que el botón esté disponible para ser presionado sería frustrante, al mismo tiempo, un botón que se mantuviera presionado o que pudiera presionarse solo, sería basura.

El snap de estos interruptores funciona como un tipo de retroalimentación táctil y auditiva, que nos dice: “el switch ya se activó y está en camino a poder ser activado de nuevo”. Los interruptores contemporáneos han separado estos dos tipos de retroalimentación, pero esta idea no ha sido abandonada del todo en la expectativa cultural que los teclados de los 80’s plantaron en nuestra mente.

Las clásicas fantasías del hacker escribiendo furiosamente en un teclado, o del reportero redactando esa nota que posiblemente ganará el Pulitzer, están generosamente adornadas de clicks. Y esos signos sonoros, clichés, o como queramos llamarles, a veces, estúpidamente suceden en las películas aún si el personaje evidentemente usa un teclado de membrana.

No lo busques, el teclado es un Apple keyboard II.


Los switches táctiles, que dan la misma retroalimentación que los clicky, no son cosa nueva, Alps introdujo su versión propia a mediados de los 80’s, Cherry hizo lo propio a principios de los 90’s. Posteriormente se popularizaron los teclados de membrana, silenciosos, pegajosos. Alps desapareció y Cherry se encontró en dificultades semejantes. El regreso de los teclados mecánicos también fue el retorno del click.

Los lectores de esta nota, acostumbrados o familiarizados aunque sea con la diversidad de switches estilo MX, podrán aceptar la idea de un teclado mecánico silencioso (los switches silenciosos tampoco son nada nuevos). Pero para un gran porcentaje de personas, un teclado mecánico sigue evocando la máquina de escribir, a veces es una característica deseable en sus propios teclados. El snap de IBM sigue vivo hoy en día.

Pero ¿existe una utilidad real del click? ¿acaso la retroalimentación doble, tactilidad y click, no es en sí redundante? La utilidad de estos mecanismos de retroalimentación la podemos justificar desde nuestra capacidad de memoria procesal (procedural memory).

Este tipo de memoria es la que sirve para aprehender acciones que realizamos en automático, desde caminar, andar en bicicleta, conducir un auto, o escribir en el teclado. Por una parte, es una habilidad inteligente que no requiere pensar activamente, pero se sostiene como todo lo que aprehendemos: de signos, y patrones entre esos signos.

La tactilidad de los switches y el click ayudan a generar tipos de patrones. Usar una máquina de escribir obvia esto porque el ruido, la sensación de las teclas sencillamente están ahí. En un teclado, esto no necesariamente es el caso, los teclados de membrana lo han minimizado al punto que es un gusto buscar esta sensación de retroalimentación. Estos signos táctiles y auditivos forman patrones que al tornarse explícitos nos causan confort, si no es que placer.

“”La invención del Clickbar” obertura de la ópera de Wagner El ocaso de los Cherry.


Es muy evidente que no necesitamos de los clicks. Pero la fantasía, “quiero un teclado tan ruidoso que refleje cuán inmerso estoy en mi trabajo”, también toma una forma espacial (no por nada continuamos estudiando los espacios sonoros). Cubrirnos de clicks, es un modo de manifestar nuestro tren de pensamiento. Mente, cuerpo, e interfaz se plasman en la escritura o cualquier actividad recreativa que utilice el teclado.

Creo que disfrutar de esa serie de clicks es justo como pensar en voz alta: en definitiva, no es para todos, y un poco incompatible con la presencia de otras personas.

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